El dintel de la marisma hace lo fugaz del Caminante con su alma de susto que brolla en el yerbazal de la fatiga.
Quizás escapa de su poca suerte o es que se repiten mal las estaciones en los cipreses del patio vulgar.
Todo deviene ahora sin respuestas mientras los pies de Alción vuelcan un repique inaplazable donde los alimentos de la abeja.
Todo es tan fácil que espanta cuando pega de bruces su verdad y no supone o no tiene después.
El Caminante vive en conocerse y en su espera protege la paciencia que sostiene al volcán.